Orozco, Vizcaya. Un pequeño pueblo cerca de Bilbao al que llegar un viernes al caer la noche, bajo una ligera llovizna y una niebla espesa que te hacen sentir como en casa. Con el móvil en la mano y la mochila al hombro mientras buscas una casona rural llamada Artiñano Etxea y un par de chicas con las que cada email, cada llamada, te han provocado más y más ganas de que llegara por fin ese fin de semana.
Así comenzaron los días de Lore y Sandra, una vasca y una catalana que mi compañera ya conocía gracias a su espacio Belaza Gallery y de las que yo me enamoré en lo que se termina un viernes y transcurre un sábado. Por su encanto, su dulzura y su forma de hacerme sentir parte de esa familia de amigos que iban a celebrar su boda, presentándome a todos y explicándome en un a parte por qué algunos momentos se volvían tan emocionantes de repente, tan especiales para todos. Por su increíble buen gusto y buen hacer en cada detalle, sus pequeños planes para hacer importantes a todos. Así comenzaron los días de sus amigos riendo a carcajadas y bailando sin descanso, y también de las tormentas eléctricas que asolaron España durante unos días en los que todos los fotógrafos del país debimos ver cómo los planazos en exterior que habían preparado nuestras parejas quedaban tachados sin remedio. Pero qué importa cuando todo lo demás sale a pedir de boca.
El viernes llegué a una casona en la que aún había poca gente: Lore, Sandra y los amigos que habían venido de Cataluña y que también se alojarían allí. Soltamos bártulos y nos fuimos a cenar a un restaurante del pueblo. Nos acostamos temprano para levantarnos pronto y desayunar juntos antes de comenzar a preparar la fiesta. Algunos colocaban las flores mientras otros improvisaban la ceremonia en exterior en el salón de la casa, colocaban las cervezas y limonadas a la entrada, los detalles de la decoración por la planta baja y Luz, la chef encargada del catering, empezaba a preparar el cocktail largo que sería la comida para que todo estuviera a punto, con toques catalanes pero desarrollo principalmente mejicano (el tequila era una clara declaración de intenciones). Claudia peinaba y maquillaba a varias invitadas mientras Lore creaba sus ramos de novia, los primeros de su vida, en los mismos tonos alegres que sus vestidos, y me contaba la historia del tocado que llevaría; regalo de su madre cuando era pequeña, reencontrado hacía unos pocos años y restaurado por Claudia para ese día. Y la historia de cómo lograron encargar sus vestidos, toda una odisea por conseguirlos que mereció una y mil veces la pena. Puedo imaginármelas desempaquetándolos al llegar a casa, conteniendo la respiración hasta comprobar que de verdad eran de su talla.
Todos (catering, dj, peluquera y maquillada, música en directo), todos eran amigos de Lore y Sandra, y al único agente externo de la fiesta, la de las cámaras, le hicieron sentir como si llevara allí toda la vida con ellos. Nunca nos cansaremos de alegrarnos de corazón por esto.
Otra de esas bodas que se nos quedan dentro y otra, de nuevo, en el País Vasco, que parece haberse convertido sin premeditación ni alevosía en una zona a la que atraemos y que nos atrae una y otra vez.
Podéis ver esta boda publicada en ATodoConfetti. :)
Localización: Artiñano Etxea || Peluquería, maquillaje y corona de Sandra: Claudia Blanchar || Vestidos:Faustina Sumano García || Zapatos: Swedish Hasbeens || Catering: Luz Churruca || Canción del primer baile: Begoña